Don Mele: Un Padre Inolvidable

Este próximo fin de semana celebraremos el Día del Padre, una fecha que, aunque para algunos no tiene tanta relevancia, para muchos de nosotros es un momento para reflexionar y agradecer. Quiero compartir, de forma breve y a manera de homenaje, una historia que para mí es un ejemplo de superación, amor, responsabilidad y trabajo. Es la historia de mi abuelo, Don Mele, un hombre que dejó una huella imborrable en mi vida.

Don Mele nació en Sultepec, Estado de México, en una familia humilde. Desde muy joven, demostró una valentía excepcional. Decidió buscar mejores oportunidades en la CDMX, o como se conocía en aquel entonces, el Distrito Federal. Con solo sus sueños y una determinación férrea, se mudó a la gran ciudad, donde se convirtió en cartero. Recorriendo la ciudad en bicicleta, repartía cartas y sonrisas por toda la Delegación Álvaro Obregón y más allá. Este trabajo le permitió conocer a muchas personas y construir relaciones que más tarde serían de gran ayuda.

En el Distrito Federal, conoció a mi abuela y pronto, sin perder un solo minuto, formaron una familia numerosa con diez hijos (ni un solo minuto :p). Mi abuelo trabajaba incansablemente para proveerles todo lo necesario. Más tarde, se mudaron a Toluca, donde, gracias a las buenas relaciones que había construido como cartero, consiguió una discreta pero respetable posición en el palacio de gobierno, la cual desempeñaba con orgullo, responsabilidad y eficiencia.

A pesar de las dificultades, mi abuelo siempre estuvo presente. Sacó adelante a sus diez hijos, les dio estudios y una infancia llena de recuerdos y anécdotas que aún se comparten en las reuniones familiares. Don Mele tenía sus pasiones bien claras: amaba el dominó, aunque perder no estaba en su diccionario. Si perdía, aventaba las fichas, pero a los minutos ya estaba listo para otra ronda como si nada hubiera pasado. También era un fanático de la lucha libre, quizás más que del fútbol. Los fines de semana, la televisión estaba encendida, y él disfrutaba del espectáculo.

Mi abuelo tenía un estilo inconfundible: siempre con sombrero y botines, le encantaba caminar y saludar a todo el mundo. “Don Mele, ¿cómo le va?” le preguntaban en cada esquina, demostrando lo querido que era. En las reuniones familiares, que eran casi cada quince días, él siempre tenía su momento para hablarnos. Sus palabras eran siempre las mismas, pero llenas de cariño y agradecimiento por tener a la familia reunida.

Durante las vacaciones de verano, mi hermano y yo siempre íbamos a la peluquería con él. A pesar de que nuestro cabello no estaba largo, él quería que siempre luciéramos presentables. Incluso con su cabello ya muy escaso, no dejaba de arreglarse. Su carácter fuerte pero con un corazón inmensamente noble, le permitió ser un proveedor y un padre presente a pesar de las dificultades. Aunque ya no esté con nosotros, su legado vive en cada uno de nosotros y en cada partida de dominó que jugamos en su honor. Su espíritu sigue presente en nuestras reuniones familiares y en cada pequeño gesto que nos enseñó.

Hace tiempo que juegas dominó desde otro plano, abuelo, pero no está de más agradecerte por todo y recordarte que no olvides sacar pronto la mula de “seises”. En este Día del Padre, celebremos a esos hombres que, como Don Mele, llenan nuestras vidas de amor, risas y lecciones inolvidables. Reflexionemos sobre la importancia de estos hombres en nuestras vidas y celebremos su presencia y sacrificio. ¡Felicidades!

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