En esta nueva entrega, me alejaré un poco de lo habitual. Hoy quiero compartir con ustedes algo completamente sacado de la imaginación. Una historia que explora los límites de la mente humana y el suspenso. Este es el capítulo 1 de 6, un inicio que apenas rasga la superficie de lo que está por venir. Los invito a sumergirse en este inquietante relato…
CAPÍTULO 1: EL SUSURRO EN EL ESPEJO
Rafael había tenido una buena vida, o al menos eso creía. A sus 47 años, mantenía una exitosa carrera como arquitecto, el reconocimiento de sus colegas y un estilo de vida cómodo. Pero en lo más profundo, sentía que algo se desmoronaba. No había un motivo concreto, solo una sensación… como si no perteneciera del todo a este mundo, a esta vida.
Cada noche, cuando apagaba las luces de su casa, las sombras parecían danzar en los rincones. Al principio, atribuyó las voces que escuchaba al cansancio, al estrés. Sus noches se volvían más largas, interrumpidas por susurros que parecían provenir de las paredes, por figuras que se desvanecían en cuanto giraba la cabeza.
El problema es que esas voces ya no se desvanecían. Y no eran aleatorias.
—”Rafa…” —le susurraban, arrastrando su nombre con una dulzura perversa—. “No eres tú.”
Una madrugada, tras varios días de insomnio, decidió enfrentarlo. Se levantó y fue al baño. Con las manos temblorosas, abrió la llave del agua fría, dejando que esta corriera por su rostro mientras se miraba en el espejo. Sus ojos cansados, la barba crecida y el cabello rizado y enmarañado lo hacían verse más viejo de lo que realmente era.
Respiró hondo, mirándose fijamente. Por un momento pensó que solo estaba agotado, que su mente le jugaba malas pasadas. Pero entonces algo cambió.
Su reflejo seguía mirándolo, pero no de la misma manera. Se inclinó hacia adelante, buscando detalles. La luz del baño parpadeó ligeramente. Su reflejo sonreía.
Pero él no.
Retrocedió de golpe. Se frotó los ojos con fuerza, buscando alguna explicación. Seguramente era un truco de la luz, un parpadeo mental, algo que podía justificar. Pero cuando volvió a mirar, su reflejo seguía sonriendo, una mueca torcida, casi burlona, que jamás había visto en su propio rostro.
—”No eres tú” —la voz resonó, pero esta vez no vino de su cabeza. Venía de su reflejo.
Rafael intentó hablar, pero no salió sonido alguno. El sudor comenzó a correr por su frente. Dio un paso atrás, y entonces lo vio: su reflejo no lo imitaba. Se quedó quieto, sonriéndole, mientras él temblaba del miedo.
De pronto, el reflejo levantó su mano, mientras Rafael permanecía inmóvil. La palma de su doble en el espejo se posó sobre el vidrio, como si quisiera atravesarlo. Los labios del reflejo se movieron nuevamente, pero esta vez no hubo sonido. Solo un movimiento pausado, claro: “No eres tú.”
Rafael retrocedió más, tropezándose con la puerta del baño. El reflejo comenzó a moverse de manera antinatural, inclinando la cabeza hacia un lado, como un animal acechante. En un pánico total, Rafael corrió hacia su habitación, cerrando la puerta tras de sí. Se apoyó en la puerta, respirando de forma agitada, intentando convencerse de que había sido solo una alucinación, que la fatiga le estaba cobrando factura.
Pero entonces lo escuchó. Tres golpes en la puerta del baño.
Toc, toc, toc.
No podía ser. El baño estaba vacío, lo sabía, lo había dejado vacío. El sonido se repitió, pero esta vez, lo escuchó detrás de él. Lentamente, se giró hacia el espejo de cuerpo entero en la habitación. El reflejo estaba allí, inmóvil. Pero algo no estaba bien. Rafael se llevó instintivamente la mano a la cara y lo sintió: no llevaba sus lentes.
Los había dejado en la cómoda, junto a la cama.
Y sin embargo, su reflejo… los seguía teniendo puestos.
Corrió hacia la cómoda, desesperado, y allí estaban, tal como los había dejado. Con las manos temblorosas, los tomó y se los puso. Miró de nuevo hacia el espejo.
El reflejo sonreía de nuevo, pero esta vez no estaba solo. Detrás de él, apenas perceptibles en las sombras, otras figuras lo observaban. Más sombras, más ojos. Y la misma sonrisa burlona.
Rafael cerró los ojos con fuerza, rogando que todo esto fuera un sueño, una pesadilla que desaparecería cuando los abriera. Contó hasta tres.
Al abrirlos, no había sombras, no había figuras.
Pero la sonrisa… la sonrisa aún seguía allí.
Este es solo el comienzo del extraño viaje de Rafael, un hombre que quizás no esté tan solo en su propia mente. Si te atrapó esta historia, cuéntame qué piensas: ¿quién o qué crees que estaba al otro lado del espejo? ¿Es real o solo producto de su mente? Comparte, comenta y déjame tus preguntas. ¡Nos leemos pronto en la próxima entrega!